Apolo 11
Fuente: PMI
Link: https://mip.pmi.org/apollo-11
Para demostrar que la gestión de riesgos y las ambiciones fuera de este mundo pueden hacer posible lo imposible
El 20 de julio de 1969, el mundo observó con asombro e incredulidad cómo el astronauta estadounidense Neil Armstrong rebotaba lentamente sobre la superficie de la luna. Fue un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la gestión de proyectos.
Mucho antes de que la NASA lanzara ese cohete y cápsula de 6,2 millones de libras (2,8 millones de kilogramos), los astronautas y especialistas en control de misiones de la agencia espacial de los EE. UU. Realizaron pruebas fisiológicas y psicológicas, capacitación técnica y simulaciones de misiones. La repetición les ayudó a identificar y prepararse para un peligro potencial desde el despegue hasta la salpicadura.
Cualquier cosa menos que una ejecución perfecta podría haber significado consecuencias mortales. Solo dos años antes, tres astronautas fueron asesinados durante un ensayo de lanzamiento en un módulo de comando, lo que llevó a la NASA a realizar 125 cambios de diseño y seguridad que ayudaron a garantizar el éxito del Apolo 11. Casi todos los sistemas y procedimientos requerían una copia de seguridad, e incluso los sistemas que pasaron con gran éxito todavía pasaron por auditorías de terceros. Una matriz de resolución de problemas garantizaba la existencia de un protocolo de solución de problemas para cualquier escenario.
Como dijo el historiador jefe de la NASA, Roger D. Launius: “Puede ser que el legado más duradero de Apolo haya sido el humano: una mejor comprensión de cómo planificar, coordinar y monitorear las innumerables actividades técnicas que fueron los componentes básicos de Apolo”.